La caída fue estrepitosa, ruidosa y me atrevería a decir que barroca, mucho preámbulo, garigoleo y al final ¡Pum! En el suelo había quedado el contador Arias al pie de las escaleras de caracol que conducen al segundo piso de recursos humanos. Se rumorea que no aguantó el estres otros dicen que fue a causa de los tamales de Dominga que diario desayunaba, él era de los pocos que aun le compraba a esa señora que cada vez cocinaba mas agrio, grasoso y sobre todo mas caro.
El silencio que vino después de un pequeño grito apagado de los presentes duró apenas un par de minutos, suficientes para aumentar el ambiente de tensión hasta que de pronto los camilleros corriendo junto a dos doctores de urgencias nos regresaban repentinamente a la realidad. El jefe de recursos humanos que momentos antes había caído por un ataque y rodado por las escaleras ahora era transportado en la camilla a toda prisa rumbo a urgencias.
Después de eso el resto del día los chismes de pasillo giraron en torno al incidente y muchos oportunamente sacaron a relucir su miedo a la muerte, a lo desconocido y las anécdotas al respecto no se hicieron esperar.
Recuerdo cuando mi abuelo intentaba enseñarme a nadar mientras yo huía del agua temeroso a ahogarme hasta que un fin de semana familiar mientras estábamos en una laguna, que aun veo fielmente en mi memoria como un paraíso, el abuelo me tomó en brazos y a pesar de mi llanto me llevo con el al agua metros adentro en profundo. Gritaba a todo pulmón que mi abuelo intentaba ahogarme, matarme, lloriqueaba hasta que me canse y no me quedó mas que hacerle caso y comenzar a flotar. Hoy no hay nada que disfrute mas que nadar en el mar.
Podría comparar eso con el miedo a la "primera vez" que sentí. Era miedo a lo desconocido. Temor a no cumplir con las expectativas . El deseo de disfrutar la experiencia que se convertía en nerviosismo que no dejaba deleitarse con la carne. Después de esa primera vez y hasta la fecha todo es gozo, ya no hay temor y si mucho placer y a decir verdad a bocanadas.
Hasta hace poco al igual que algunos de mis compañeros de trabajo le huía al tema de la muerte y lo relacionado con ella. Tenia un veto personal hacia panteones, velorios, tumbas y demás aunque fueran de familiares cercanos. ¿Que debo decir cuando este frente al deudo?- me preguntaba siempre en esas ocasiones - ¿Y si la riego?. Finalmente decidía quedarme en casa y encender el modo "autoproteccion"
Hoy todo es diferente y como siempre todo fue después de la primera vez. No es que haya muerto y resucitado como Lazaro o algo por el estilo, mas bien por que ya viví y convivi con mi padre. Tras la muerte de mi padre lo que parecía algo muy lejano a mi persona y que a la fuerza tuve que experimentar, ver, tocar se convirtió en algo cercano y sobre todo natural, comprendí que no hay que temer. Mi visión sobre el tema cambio y dejo de ser un tabú para mi el visitar un panteón, el abrazar de corazón a quien recién ha perdido a alguien sin el temor de no saber que decir. No hay que decir nada, no sirve, solo abrazar fuerte.
Creo que lo mismo pasará cuando toque por primera vez a una víbora igual que pasó la primera vez que volé o la primera vez que salté en paracaídas. Después de ese primer trago amargo terminas por disfrutarlo el resto de tus días. No mal entiendan, no disfrutaré nunca de ver morir a alguien pero si aprendí a disfrutar de mis amigos, hermanas, compañeros como si hoy al acostarme supiera que ya no los volvería a ver, si, por mas trillado que suene.
Hoy es el día...
Hace 4 años
2 comentarios:
Ciertamente las primeras veces estan cargadas de muchas emociones... miedo, exitacion, gusto, incertidumbre... tanto, que te olvidas de que es la primera vez y que las cosas no volveran a ser iguales despues de ello...
Me da gusto leerte asi, con una parte madura y viendo el lado bueno de las cosas.
Cuidate mucho, te quiero!
Y cuando leí este post por primera vez, no quise comentar... pero hoy si, nomás para decirte: gracias, Jon.
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