Esta semana regresé a casa, la ciudad donde nací es un lugar pequeño, podría decirse que todas las personas que ahí vivimos nos conocemos o llegamos a conocer tarde o temprano. Es común escuchar pláticas en determinado momento en el que nos sale a relucir el árbol genealógico de la persona que es el centro de la conversación así como esta:
- Ayer me encontré con Abel
- ¿Qué Abel?
- Pues Abel, el primo de Ernesto, el hijo del Sr Orlando del Monte
- Ahhh si, no lo conozco a el, pero si al hijo del primo de Sr Orlando quien tiene a su ahijado estudiando en la misma escuela que yo y que es por lo que he escuchado uña y mugre de Abel.
- Ayer me encontré con Abel
- ¿Qué Abel?
- Pues Abel, el primo de Ernesto, el hijo del Sr Orlando del Monte
- Ahhh si, no lo conozco a el, pero si al hijo del primo de Sr Orlando quien tiene a su ahijado estudiando en la misma escuela que yo y que es por lo que he escuchado uña y mugre de Abel.
Si, difícil de convivir en una ciudad de este tipo, donde no puedes hacer algo sin que alguien no lo vea y se entere media ciudad.
En alguna ocasión fui al supermercado con una amiga pues compraríamos lo necesario para hacer su fiesta de cumpleaños. Al día siguiente mi mama llegó a casa preguntándome con quien había ido de compras pues en su trabajo le habían preguntado si acaso me había yo casado, pues me vieron haciendo la despensa con una mujer.
Ayer tuve que ir al centro y en realidad no tenía ganas de encontrarme con alguien conocido, pero es cuando no quieres ver a nadie cuando más te los topas, apenas había caminado una cuadra cuando y más de dos habían salido a mi paso para ponernos al corriente, para mi desgracia mi auto no arranco por lo que tuve que irme caminando hasta el centro. Sobra decir que en el camino media docena de carros me pitaban para saludarme (¡Cabrones! En lugar de que me ofrecieran llevarme) pues afortunada o desafortunadamente en mi anterior trabajo me hice de muchos conocidos (ser secretario de un funcionario sindical si bien no te hace popular o querido por l menos si conocido).
Pero de quien realmente me andaba escondiendo es de mis acreedores. Como saben yo trabajaba en un hospital. Curioso que además de pacientes lo que más abundaba en el lugar eran los comerciantes, la mayoría de ellos empleados del mismo hospital. Podías encontrar de todo, joyería, bisutería, ropa, bolsas, comida, zapatos, colchas, cosméticos, paletas de hielo, en fin, cualquier cosa que te pudieras imaginar. Al final de cuentas casi nadie se podía resistir a los encantos de los abonos chiquitos catorcenales (a lo que si se resistían muchos era a pagar el día de la catorcena).
Es fácil imaginar que yo soy uno de esos que cayó en las garras del consumismo, adquiriendo varias playeras (más que por las playeras por que no podía negarme a los encantos de mi compañero de trabajo que siempre me ha gustado y se me cae la baba por él, lo peor del caso es que su novia es de mis mejores compañeras).
En realidad esas playeras han sido de mis mejores compras pues exactamente las misas (tengo ojo clínico y las cheque puntada por puntada) que en una Plaza Américas Veracruz me las querían dar en el doble de lo que me habían costado.
A él antes de salirme de trabajar le liquide todo lo que debía, era de sus mejores clientes y si por mi hubiera sido le hubiera comprado masque playeras. Además de él también le había comprado un par de perfumes a “la chiva” (en el hospital todos los trabajadores tienen apodos, no pregunten cual es el mío) y una playera mas a “querendón”.
Me confieso culpable que a ellos les quede debiendo algo de dinero, 800 pesos para ser exactos. Es de ellos de quienes en realidad me estaba escondiendo ayer a la hora en que fui a recoger a mi mama en su ultimo día de trabajo después de 35 años trabajando se jubila como jefa de enfermeras.
“Al final de cuentas por fin pude lograr el cometido, o casi.” querendón” si dio conmigo pero pude escaparme entre el tumulto, los abrazos y el mariachi para la festejada. No me niego a pagar, solo que será cuando regrese a trabajar al hospital, no antes. Digo, tampoco quiero terminar en el buro de crédito del hospital regional (por que si lo hay).
Entre los vendedores se pasan la lista de los buenos pagadores y los malos, obvio a los malos ya ni se les acercaban a ofrecerle mercancía, incluso se les escondía (por que hay unos mala paga muy descarados los mendigos). No es por disculparme pero si no les quiero pagar a esos dos es por que algo tuvieron que ver con el hecho de que por el momento no pueda trabajar más en el hospital (líos sindicales en los que no quiero abundar por el momento pero que si tocare pues es inevitable que no hable de mi máximo líder sindical que ha llegado hoy con el cabello teñido en negro azafrán para disimular las canas – que eran muchísimas- de su sexagenaria cabeza). Así que quede claro que no soy mala paga.
Mención aparte merecen los prestamistas que también abundan pero gracias a Dios nunca los necesite. Pero de ellos les hablare en otra ocasión por que ha comenzado “contrato de amor” mi nueva telenovela favorita (eso de no tener trabajo solo me deja puras malas mañas).